domingo, 31 de marzo de 2013

Llorar es como limpiar cristales.


Dos cristales enormes por los que ya no pasa la luz, ni se ven bonitos paisajes, placenteros y relajantes. Por los que no puedes ver aquello que te agrada ni te hace feliz, sino todo lo contrario, ya que con el tiempo se han ido ensuciando por haber ido acumulando demasiadas imágenes desagradables, que han hecho a los cristales totalmente opacos.
Y lo ves. Te das cuenta de que necesitas limpiarlos, y aún así prefieres correr unas cortinas y hacer como si nada, como si pudieras seguir viendo a la perfección un enorme Sol radiante. Así que bajas los párpados y sonríes.
Pero no se trata de fingir. Por muy fuertes que nos creamos, debemos saber que no hay nada más triste que aquel que, (cuando no es así), quiere mostrarse feliz ante los cristales de los demás.
Que un día de lluvia no hace daño, (a muchos).
Por eso, desde aquí os animo a todos a que lloréis, ya que es algo con lo que nacimos sabiendo. 
Llorad de la risa, del miedo o de la tristeza –preferiblemente de lo primero-, pero vaciaos. No importa si sois chico o chica, eso es una tontería, son los hombres de verdad los que también lloran.
Así que limpiad vuestros ojos y dejad que llueva en ellos. Abrid las cortinas y quitaos todas esas motas de polvo que os molestan, porque no os dejarán ver todo lo bonito que está por venir: Una persona, un lugar, una oportunidad...
¿No es cierto que después de llorar ves las cosas un pelín más claras? ¿O acaso no reconoces mejor a las personas que de verdad importan de las que no? ¿Nunca te prometiste que ‘por esa persona no volverías a derramar ni una sola lágrima’? Y cuántas veces rompiste esa promesa…
En fin, aquí cada uno es libre de desahogarse como quiere/puede. Yo os reconozco que soy una llorona, pero qué le voy a hacer, si siempre quiero tener mis cristales relucientes.

martes, 19 de marzo de 2013

Como una ola.

De las que arrasan y borran los recuerdos que dibujamos en la arena: una fecha, un nombre, unas huellas... No importa, con todo acabas.
Como una ola destruyes, erosionas, y golpeas mis frágiles tobillos. Me rozas, me acaricias, y me haces cosquillas entre los dedos de mis pies.
Y yo soy de las que le gusta oírte gritar ferozmente de noche y escucharte susurrar al amanecer, en calma.
Eres como la ola que entra en cólera y acaba en mera espuma. Por eso, unas veces te noto tan temeroso y otras yo tanto te temo. Necesitas de tu tiempo para relajarte, descansar los hombros, dejar de fruncir el ceño y abrir tus puños. Así aprendí a no subestimarte, pues como una ola, eres potencialmente peligroso. Comprendí que hacerte frente es sin duda un riesgo. No uno imposible, ya que siempre puedo saltarte.
Eres como una ola que me arrastra hasta la orilla, y me salva cada vez que siento que me ahogo en las profundidades de mí misma. Sálvame de mis tormentos y de mi afán a tanto pensar.
En definitiva, eres la ola que contemplo desde lo lejos, sobre mi toalla, totalmente hipnotizada con tu movimiento de vaivén. Eso es.
Vas y vienes, como una ola.

lunes, 18 de marzo de 2013

Si alguien lo sabe, que me lo diga.

'Sólo dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana... y no estoy seguro de lo primero'.


Tal y como dijo Albert Einstein, no creo que haya ser más estúpido que el ser humano. 
Es el que tropieza dos veces con la misma piedra, el que comete errores una vez para repetirlos una segunda, el que prefiere hacer daño a ser herido.
Es el que deja escapar trenes llenos de oportunidades, el que puede ser  inteligente a la vez que ignorante y el idiota sin vértigo que mira por encima del hombro.
Es el que puede hablar mucho y a la vez no decir nada, el que puede dar abrazos con los que sentir vacíos, es el que puede prometer palabras y esperar a que el viento se las lleve.
Es el que oye pero no escucha, el que prefiere torturarse con recuerdos a que se los robe el Olvido, el parásito que sabe aprovecharse de las situaciones y de las personas.
Es el que le gusta discutir sin argumentos y ridiculizar el físico del otro para así sentirse más 'fuerte', es al que le puede el orgullo y le vencen los miedos.
Es un maestro en mentir a unos pocos, a un millón, e incluso, capaz de mentirse así mismo. Es el que decepciona sin querer, el que roba besos y el que se mete en otras camas sin pedir Amor a cambio.
En definitiva, es el que comete grandes locuras y estupideces, -muchas de ellas, realmente cómicas-, pero prefiero hacer una pausa y plantear una pregunta para quien me la pueda responder:

Decidme, ¿sabéis de algo más estúpido que el que dos personas quieran estar juntas, y no lo hacen por a saber qué?

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