Estallar en chillidos que carecen de sentido. Simples vocales
estridentes que te vacían los pulmones, los ojos y te llenan las mejillas de
gotitas saladas a causa del dolor.
Hay días en los que me encantaría desahogarme así, para
poder relajarme y descargar todo el peso que sujetan mis hombros, que ya
empiezan a pesar. Demasiadas cosas arrastramos…
Hay tantas cosas que encierra el alma que es normal que en
un momento dado del día, llegue a su tope. Es normal que estemos rebosantes de
emociones y sentimientos que amenazan con salir en cualquier momento, a la
mínima, por culpa de algún comentario equivocado que soltó la persona
equivocada. Pero es que es inevitable.
Somos como bombas humanas que no advierten a los demás de la
presión que encierran nuestros cuerpos, una presión a punto de escapar hasta por las orejas. Somos verdaderamente dañinos, podemos hacer demasiado
daño físico, y mucho más moral.
Hay días en los que puedo parecer muy tranquila, pero para estarlo de verdad necesitaría de alguna vacuna preventiva contra la rabia, porque es jodidamente mala. Y es que hay demasiadas situaciones que me descolocan y me sacan de quicio, y me encantaría gritar todo lo que me hace estar disconforme.
Hay días en los que puedo parecer muy tranquila, pero para estarlo de verdad necesitaría de alguna vacuna preventiva contra la rabia, porque es jodidamente mala. Y es que hay demasiadas situaciones que me descolocan y me sacan de quicio, y me encantaría gritar todo lo que me hace estar disconforme.
Sí, hay demasiadas cosas que me gustaría decir, y es la impotencia
de no poder hacerlo lo que más me enrabieta. Más que nada por las
consecuencias. Tranquila, relax, cuenta hasta diez…
1, 2, 3…
Pero no todo lo que se puede gritar es malo. No quiero
referirme sólo al contexto de una discusión o pelea. En ese aspecto, soy
bastante más pacífica. Todos deberíamos serlo un poco más, y aplicarnos eso de: ‘Haz el amor
y no la guerra’.
4, 5, 6…
Podemos gritar de felicidad, del miedo, del dolor, gritar un nombre, o en casa cuando llaman al teléfono…
Podemos gritar de felicidad, del miedo, del dolor, gritar un nombre, o en casa cuando llaman al teléfono…
Pero, en verdad, me refiero al grito como un modo terapéutico.
Como la máxima exaltación de un sentimiento o emoción.
Y cómo jode aguantarse un sentimiento… Eso sí que es
impotencia, sí. Nos come y nos destruye
por dentro. Es la raíz de toda esa rabia que experimentamos sin querer. Hay
demasiados sentimientos bonitos y hermosos, como para ocultarlos por falta de
valor.
7, 8, 9…
Y no sé si aún me habréis entendido. Pero hay unas palabras
mayores, -y no me refiero a palabrotas ni insultos hirientes-, concretamente
son sólo dos, que el ser humano por naturaleza, a veces tiene esa necesidad de
plasmarlas en una carta, en un SMS, representarlas en un gesto, en un acto de
máxima complementación sobre un colchón, en un ramo de flores, en una buena
acción.
Sí, hay días en los que me encantaría gritarlas todo el
tiempo, a todas horas, pero sólo a aquellas personas que se las merecen. Porque
yo siempre deposito toda mi sinceridad en ellas.
10…
Te quiero.