miércoles, 6 de febrero de 2013

Siempre he creído que las personas son como pájaros, y no.


No, no somos tan libres. Vivimos en una jaula cuyos barrotes son todas y cada una de las normas impuestas, o que nosotros mismos nos auto-imponemos. Y esos barrotes, por mucho que los picoteemos, son indestructibles. 
Raras veces, algún que otro pajarillo consigue escapar por entre los huecos que los separan. Afortunados aquellos, aunque, quién sabe la suerte que les aguarda en el exterior. La libertad a veces asusta, ¿o es que no os da miedo el Mar?
Puede que pensara que las personas son como pájaros, por el hecho de que no pertenecemos a nadie. Sólo somos dueños de nosotros mismos.
Cuando alcanzas cierta edad, te haces independiente de tu familia, -aunque esta esté siempre para ti- y te das cuenta de que sólo tú eres el jinete que lleva las riendas de tu vida. Y nadie más.
Siempre he pensado que puedes compartir grandes momentos con otro espíritu libre, pero nunca hacer de tu vida la suya. Cada uno es lo que es por separado, viviendo experiencias conjuntamente. Sin ataduras, sin más barrotes, ¿o es que os conformáis con aletear en una pequeña jaula?
Pues bien, me equivocaba.
Replantearé la última pregunta en otro contexto: ¿Y si en esa jaula no estuvierais solos? ¿Y si la compartierais con otro pequeño pájaro? ¿Y si os dierais cuenta de que os gusta ESE? ¿De verdad preferiríais escapar y abandonar solos el nido?
Pensad por un momento.
Afuera hay miles de millones como esos esperándoos, ¿no? Ante esa reflexión yo me contesto: ‘Más vale pájaro en mano, que ciento volando’. Y es que sería estúpido perder al pájaro ‘especial’ por simple ‘avaricia’.
Quizás me guste contradecirme.
Me gusta la libertad, ese era mi principio, pero luego aparecen personas que le ponen un final.
Al final te das cuenta de que no te importa volcar tu vida en el otro con tal de hacerle feliz, porque su sonrisa, luego se convierte en un reflejo de la tuya. No significa que tenga que olvidarme de mis libertades, aunque sí se reduzcan, pues se puede aprender a compartirlas.
Y yo me convenzo de que, tarde o temprano, sin prisas, aparecerá nuestro ‘pájaro especial’.
No lo forcemos, ni le metamos prisa por que llegue. Mientras tanto volad y disfrutad de vuestra libertad condicional, porque en cuanto llegue la otra persona, os sentiréis un poco más atados a ella, y no me refiero a ello como algo negativo, sino más bien entendedlo como una unión agradable y placentera entre dos personas que se entienden como una. Dos pájaros especiales que se esperaban mutuamente, dispuestos a desplegar sus alas para volar juntos por un mismo Cielo.



1 comentario:

  1. No todos son pájaros, pero saben volar. Aunque sea un poco. Buena reflexión.

    ResponderEliminar

Blogroll